La lana es una fibra de origen animal, ¡completamente similar a la composición de nuestros cabellos! Precisamente como éstos, no se daña con el agua (¡al contrario!) pero puede dañarse irreparablemente por el detergente inadecuado, que no tiene en cuenta la necesidad específica de hidratación de la fibra. El llamado shock químico es una de las causas de conversión progresiva en fieltro de la lana y es de esto que debemos protegerla para preservar sus maravillosas características.